Andando
Tengo que recorrer escasamente trescientos metros para llegar al Cole, así que lo normal es hacerlo andando. Pero si se convierten en una gimkana a contrareloj, servidora no es ni virgen ni mártir y coge su deportivo rojo en cuanto se superponen inconvenientes.
Me explico:
Entro a las ocho, tengo cinco horas diarias con adolescentes de los que leo todo lo que producen a diario con lo que supone de carga de papeles y... lo peor, mi casa está a nivel del mar, y el monte de Santiago donde plantaron el Colegio a quinientos metros sobre el mismo que se salvan con los consiguientes escalones para el acceso a la plaza, a los que se añaden unos pocos para la entrada y no se cuántos más para las aulas.
Todos los años me propongo ir andando y todos los años lo cumplo hasta el día que se me cruzan los cables y mando la conciencia a tomar viento.
Estoy cumpliendo la promesa y disfruto con los cuatro naranjitos que hay en la base de la escalinata y que me recuerdan la plaza de mil naranjas que cobijó nuestra infancia. Pero hoy he salido antes de casa y no había alumnos precipitados que alborotaran, sólo nueve gatitos de distintos pelajes señoreaban el lugar.
Y mi sistema límbico me ordenó buscar a Baghera, a seres solitarios y huraños de los que nunca debo olvidar lo que hay detrás de esa mirada de ingenuidad, inocencia, incomprensión y desvalimiento.
¿ Lo recuerdas ?
Me explico:
Entro a las ocho, tengo cinco horas diarias con adolescentes de los que leo todo lo que producen a diario con lo que supone de carga de papeles y... lo peor, mi casa está a nivel del mar, y el monte de Santiago donde plantaron el Colegio a quinientos metros sobre el mismo que se salvan con los consiguientes escalones para el acceso a la plaza, a los que se añaden unos pocos para la entrada y no se cuántos más para las aulas.
Todos los años me propongo ir andando y todos los años lo cumplo hasta el día que se me cruzan los cables y mando la conciencia a tomar viento.
Estoy cumpliendo la promesa y disfruto con los cuatro naranjitos que hay en la base de la escalinata y que me recuerdan la plaza de mil naranjas que cobijó nuestra infancia. Pero hoy he salido antes de casa y no había alumnos precipitados que alborotaran, sólo nueve gatitos de distintos pelajes señoreaban el lugar.
Y mi sistema límbico me ordenó buscar a Baghera, a seres solitarios y huraños de los que nunca debo olvidar lo que hay detrás de esa mirada de ingenuidad, inocencia, incomprensión y desvalimiento.
¿ Lo recuerdas ?