Padre es médico y los que han curado nuestras dolencias infantiles y juveniles eran amigos suyos.
Y digo esto para dejar claro que nuestras visitas eran divertidas en cuanto a las anécdotas, inéditas o repetidas, pero terribles como actos médicos limitados a cumplir el trámite sin remuneración.
Nuestro dentista vivía al final de la calle Tetuan en una casa lóbrega, aunque viniendo del Patio Banderas casi todas lo hubieran sido, cuya sala de espera tenía el suelo de pavés que en nuestra ignorancia creíamos que eran ceniceros puestos del revés y que cegaba el patinillo (actual patio de luces).
Aquella sala de espera era con todo, lo mejor del consultorio, porque al entrar en el gabinete, el olor a clavo te hería la pituitaria y te aflojaba las piernas hasta el punto que subir a la camilla (estilo catafalco) era tarea asistida casi siempre.
En la pileta se podían oir los gritos ensangrentados en la absorción elíptica y ronca del chorro continuo de agua y en las sábanas leer los padecimientos de los antecesores de, al menos, esa tarde.
El amigo de padre era locuaz, activo y un poco destartalado a la hora del manos a la obra, es decir, que no anticipaba ni preveía posibles necesidades y eso, tendida en el catafalco,os juro que congela las neuronas hasta el Pánico
Por si no han quedado diáfanas las causas de mis fobias, me bajo al ruedo a torear con aquella tarde en que mi hermana pequeña y yo, mozalbitas de mérito, fuimos solas a la consulta y añadiré que el amigo de padre era hombre dado a la admiración y manipulación suavona de la hermosa juventud.
Naturalmente mi posición de hermana mayor me daba el poder absoluto de echarla a torear de telonera y así se hizo.
No son descriptibles los acontecimientos que se sucedieron en aquella habitación del terror, el dentista omnubilado por la hermosura de la niña tendida en la camilla comenzó una tarea caótica. La niña me miraba con sus ojos redondos aterrorizada sabiendo que yo tampoco iba a decir nada...hasta que se cerraron, desmayada del dolor.
Creo que no acabó la faena ni comenzó la mía y estoy segura que nunca volvimos
Al argentino que me arregló los desarreglos sólo le impuse que no sintiera ni las brocas, que hiciera lo que le diera la gana para no preocuparme más de mis dientes y ... que cobrara lo justo.
También tiraba los tejos sobre mi parecido con la Claudia Cardinale.
Debe de ser cosa del oficio pero yo, ya había aprendido